martes, 8 de marzo de 2011

Las llaves del closet: El rechazo y la crítica al hombre afeminado

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Muévete, habla y ríete con total libertad: ser afeminado no es malo.

Durante mi adolescencia, mi madre solía intentar cambiar mi forma de hablar, de gesticular o de sentarme. Creo que le incomodaba que el resto de mi familia notara que era “diferente”.

“No te sientes así“, “No hables así“, “No digas esas cosas delante de tu tío” fueron parte de la educación que intentó darme. Hoy en día puedo entender su situación en aquel entonces, sin embargo también sé que lo que hizo fue un tipo sutil de abuso. Durante la infancia y la adolescencia muchos gays y lesbianas hemos sufrido este intento de control por parte de adultos muchas veces ‘bienintencionados’, pero con un sistema de creencias erróneo.

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Muchas veces este tipo de abuso sutil es difícil de reconocer, porque los perpetradores suelen ser las personas a las que más quisimos y en los que más confiamos de niños, nuestros cuidadores. Sin embargo, la supresión de la libertad de ser quienes somos durante la infancia y la adolescencia suele acarrear problemas en el futuro. Pueden ser problemas de autoestima, problemas para relacionarnos con otras personas o incluso problemas para comunicarnos con otras personas.

No creo que el victimismo sea una buena opción. Ahora mismo podríamos exclamar: “¡Es tu culpa que tenga la autoestima por los suelos!” o “¡Tú tienes la culpa de mi timidez!“, pero cuando somos mayores los únicos que tenemos el control sobre nuestra propia forma de vivir somos nosotros. Nadie más.

Nosotros podemos decidir movernos, hablar y expresarnos de forma natural a cómo somos.

Cuando somos mayores tenemos el derecho a curar estas heridas y a mejorar nuestra autoestima. Amarnos tal como somos no es un privilegio de unos pocos afortunados: poder mirarte al espejo y saber que te gusta tu cuerpo, te gusta tu forma de hablar y tu forma de moverte, es un objetivo que te ayudará a quitarte un gran peso de encima y a fluir hacia una felicidad y relajación constante.
¿Por qué tener miedo a parecer gay?

Durante todos estos años he escuchado más ‘reprimendas‘ por dejar que se notara mi bisexualidad. A los 17 años intentaba ser tan acartonado como fuera posible. Tenía una lista mental de cosas que no podía hacer. En resumen, no podía mover los brazos al hablar; no podía saludar con un “¡Hola!” entusiasta. No podía bailar. No podía opinar sobre otros chicos. No podía mirar más de tres segundos a otros chicos. No podía cantar… ¡Hablar sobre homosexualidad en público era un ‘trágame tierra’!
¿Han visto la película X-Men? Pues me sentía como un mutante intentando pasar desapercibido.
Por fortuna esos días han quedado atrás y he aprendido a ser una persona más auténtica. Hoy en día hay personas que no se dan cuenta de que soy bisexual, y otras que sí se dan cuenta. Y me da igual, la verdad. Y esta maravillosa indiferencia me ha quitado un gran peso de encima. Me siento ligero, libre para seguir desarrollándome y seguir creciendo.

Me gustaría que todos pudieran sentirse igual. Que se deshicieran del lastre del temor para empezar a curar su amor personal.

No te obsesiones por si eres o no afeminado. A veces el temor a ser rechazados es lo que nos lleva a intentar ocultar nuestra sexualidad. Pero piensa en esto: ¿Cuántas personas te han aceptado y te quieren? ¿Cuántos amigos tienes? ¿Cuántos conocidos a quienes les caes bien? La verdad es que la mayoría de las personas te querrán y te tratarán con respeto y cariño.

No importa cómo hables o cómo actúes, siempre y cuando seas una buena persona.

POR ALFREDO CARRION

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